A finales del siglo XVII, los veleros que hacían la «Ruta de las Américas», Zarpando de los puertos asturianos, llevaban entre sus provisiones un pan endulzado, que tenía propiedades para endurecerse y conservarse largo tiempo sin enmohecer.
Los astures lo diferenciaban de la Boroña, obtenida con harina de maíz, dándole nombre de «bollo» y «marañuela», que subsisten en la actualidad.
Tanto la marañuela como el bollo se amasan con harina de trigo, manteca de vaca, azúcar y yemas de huevo y zumo de limón.
En Avilés este bollo ancestral evoluciona en delicia repostera, presentándose cubierto de «escarcha» de azúcar, con el nombre de «bollo mantecado». El dulce se convierte en el símbolo gastronómico de la fiesta de El bollo, fundada en 1893 para celebrar, en la Pascua de Resurrección, la llegada de la primavera.
El día de la fiesta los padrinos y madrinas obsequian con un bollo mantecado, en forma de trébol de cuatro hojas, a sus ahijados y ahijadas.